F.
Abraham Tobias Hdz.
Saltillo,
Coahuila de Zaragoza, México
mayo, 2019
"Nadie ha muerto por
atragantarse con sus palabras"
-FATH
Polvo
por todos lados. Los jefes inquietos sueltan manotazos. Gestos de duda, enojo y
desesperación. Hay paliacates que limpian frentes. Veo hombres valerosos,
firmes y decididos, ojalá contagien a la tropa nerviosa. Observo ojos llenos de
impresión, rodillas temblando, veo a un cristiano mojando sus zapatos, como si
percibiera que se aproxima algo. Algunos mal vestidos, otros apenas con
uniforme, incompletos, con casaca o pantalones. Aún así, resalta el azul
marino, desgastado en muchos de ellos. No todos somos soldados, algunos son
artesanos y también hay campesinos. Al
frente, los zacapoaxtlas al pie de guerra. Por lo que veo, serán la
primera línea.
En la planicie, frente a los fuertes, los
dos amurallados de piedra gris, Guadalupe y Loreto que custodian Puebla. Hay
movimiento por todos lados. Nadie descansa. Se prepara el enfrentamiento. El
primero contra un ejército mejor vestido, mejor armado y organizado y seguro comen
tres veces al día. Dicen los conservadores que es el mejor del mundo. Los recuerdo.
Los vi pelear en el treinta y ocho cuando vinieron a defender unos pasteles. ¡Caray!,
tengo hambre.
Desde antes de las cinco de la mañana, eso
creo, aún no rayaba el sol, empezó el movimiento. Nos traen de arriba para
abajo, de un lado a otro, a prisa, sin descanso. Veo cómo los jefes discuten,
en momentos gritan. No se ponen de acuerdo. Desconfían de la experiencia del
más joven, Ignacio. La verdad creo que por algo don Benito lo puso ahí, pero
los otros dudan y lo hacen dudar.
Dentro de los fuertes algunos cargan cajas,
reparten fusiles. Otros hacia fuera de las murallas llevan cañones. Muchos
desenfundan sus machetes, unos oxidados, otros brillantes como la plata recién
pulida. Llenamos los morrales de piedras, si se nos acaban las balas, a pedradas
nos tendremos que matar. “Es momento de defender a la Patria”, dicen algunos.
Creo que muchos lo hacen por su vida, si no los matamos, nos matan. En fin,
aquí estamos ya, ni modo de rajarnos.
Dicen que un emperador viene a quitarnos
la tierra, que si no luchamos perderemos nuestra libertad. Oí decir a uno: “Sí,
somos hombres libres, sin tener para tragar, ¿para que la libertad?” Otro le
contestó: “Sin tragar, pero quiero ser libre”.
Los más educados hablan de fueros a curas
y militares, de tierras sin trabajar y de dinero del pueblo. Diezmos, maltratos
y beneficios a quien cree y le paga a Dios. Aunque seguro estoy que la creencia
en Él, no les importa. Aman el dinero y con eso el primer requisito, el de
creer en el Señor sale sobrando.
Nuestros corazones laten como queriendo
liberarse de nuestros pechos. Se ven a lo lejos filas de franceses mezclados
con traidores, ordenados, también mueven cajas y cañones, dispuestos a asesinar
a cualquier mexicano que se interponga en su camino en el nombre de Napoleón
III. Se ven parejitos todos de pantalón rojo y camisa azul. Están en formación
de ataque. Veo que son muchos; nos superan en número.
El sol implacable al amanecer más intenso
que nunca, sus rayos sin piedad queman la piel; me arde la frente. Veo en el
rostro de mis compañeros de guerra, y muy seguro mis compañeros de muerte el
sudor negro, mezclado con tierra de los cerros de Loreto y Guadalupe.
Se escucha el clarín; nos llaman a filas, veo
las tropas extranjeras acercarse y empezamos a alinearnos, el general empieza a
dar órdenes, es muy joven, ni a 35 años ha de llegar. Espero no nos lleve a morir
nomás así por encumbrarse. Queremos ser libres, no mártires. Pero ya estamos
aquí, ahora hay que entrarle. La libertad o la muerte nos esperan.
De manera sagaz, el general monta su
caballo, da varias vueltas frente a las filas. Dejaron de oírse el crujir de
las hojas, el choque de las piedras, el movimiento de las cajas y de los
cañones. El silencio se escucha, sólo la voz firme de Zaragoza que nos dice:
“Soldados, se portaron como héroes
combatiendo por la Reforma, sus esfuerzos han sido coronados siempre con éxito,
y no una sino varias veces hicieron
inclinar la cabeza a nuestros adversarios. Soldados, hoy van a pelear
por el objeto más sagrado, van a pelear por la Patria; yo prometo que en la
presente jornada conquistarán un día de gloria. Nuestros enemigos son los
primeros soldados del mundo, y ustedes son los primeros hijos de México.
Soldados, leo en sus frentes la victoria”.
Su seguridad disipa el miedo, la
caballería parte de los cerros de Loreto y Guadalupe, los cascos de los caballos
dejan un celaje de tierra. Intempestivamente el primer cañonazo cimbra nuestros
corazones. Sé lo que viene, y la muerte viene con Francia.
5
de mayo de 1862
2 comentarios:
Muy bueno
¡Excelente!
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